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El triste e inmerecido final – la conspiración y el asesinato de Pablo I

Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada
Francisco de Quevedo y Villegas (escritor español del siglo de oro)

Si tu mejor amigo te incrusta un puñal en la espalda... desconfía de su amistad
Roberto Fontanarrosa (humorista gráfico y escritor argentino contemporáneo)

Asesinato Pablo I

La noche del 11 de marzo de 1801 moría asesinado en su castillo-fortaleza, con foso y todo (algo inaudito para esa época en San Petersburgo) el zar Pablo.

Su muerte fue el ilógico final de la vida de un hombre que no pudo tener sosiego en sus 47 años de vida. Relegado al trastero de la Historia y eclipsado por el brillo de otros que le impuso la posteridad. El sería el zar del cual nadie conoce, o bien se lo recuerda como una caricatura de pie de página oculto en las sombras gigantescas que proyectan su madre Catalina II y sus hijos Alejandro I y Nicolás I.

Veía conspiraciones y asesinos por doquier, entre ellos se contaba su propia progenitora. Una vez la acusó de ordenar que pusieran vidrios molidos en su comida. Decía que su padre se le aparecía en sueños anunciándole su asesinato. ¿Conocimiento por analogía o premonitorio? Por momentos amaba a su familia y luego los acusaba de querer deshacerse de él. Un cortesano dijo una vez que: “los hijos mayores tiemblan como hojas cuando ven que su padre el zar tiene rabieta por más pequeña que sea". Tenía a Alejandro -su heredero- y a su esposa vigilados. Además, le había delegado solo tareas de poca importancia. repitiendo su historia con Catalina. Murió estrangulado por el cordón de su bastón de mando o por su fajín según otras versiones, a manos de un grupo de hombres alcoholizados que intentaron hacerle firmar un decreto de abdicación. Al negarse comenzaron a golpearlo y bueno … aparentemente las cosas se les fueron de las manos. Los conspiradores eran cercanos al zar y tenían también cuestiones personales contra Pablo ya que en algún momento los había retirado de sus cargos y perseguido debido a su relación de amistad con Platón Zuvov, el último y más odiado amante de su madre, Catalina la Grande.

Asesinato Pablo I

Algunos -a la larga- habían reconquistado su confianza con zalamería y artilugios cortesanos. Como el conde Peter Ludwig von der Pahlen uno de los puntales de la conjura, una vez ángel caído en desgracia y en ese momento gobernador militar de San Petersburgo. También estaban entre otros -junto con Platón Zubov- sus dos hermanos Nicolai y Valerian y tres oficiales que mandó a azotar por un error menor.

Lo cierto es que se hizo de enemigos muy poderosos, que lo observaban desde las sombras retorciéndose las manos esperando los idus de marzo. Obligó a los nobles a trabajar para el Estado y restituyó el castigo corporal para la aristocracia -leyes que el zar Pedro el Grande había instaurado- y que la astuta Catalina había abolido para conservar su trono. Sabedor de la corrupción de la corte, intentó sanear las finanzas del Imperio y mejorar la vida de los siervos de gleba, cosas que ni su madre con todo su poder y su tacto político pudo hacer en su momento.

El pueblo cansado de sus locuras y arranques de furia celebraron la muerte del emperador como una liberación. Algo parecido a lo que ocurrió cuando se conoció la muerte de Raspútin, más de un siglo después.

Las verdaderas razones de sus asesinos, no tenían tanto que ver con salvar a la madre Rusia de un insano mental. Muchos que no participaron directamente conocían los planes y los aprobaban. En realidad, era un secreto a voces. Su certificado de defunción rezaba: causa del fallecimiento apoplejía. El médico de la corte tuvo que esmerarse mucho para ocultar la salvaje golpiza que recibió antes y después de ser estrangulado.

Toda su familia se encontraba durmiendo esa noche en el castillo ¿Escucharon algo? Nunca lo sabremos. Según se cuenta, personalmente los dejaba bajo llave en sus aposentos temeroso de una traición. Hasta su muy leal esposa caía dentro del mismo saco.

Asesinato Pablo I

Los conjurados penetraron por un sector lateral del castillo. Parte de ejército estaba de acuerdo con su derrocamiento y esa noche por orden del gobernador de San Petersburgo, la guardia no estaba en su puesto. Tras tirar la puerta abajo del dormitorio, encontraron a un aterrado Pablo oculto tras unas cortinas. Solo.

Su hijo mayor Alejandro, tenía 23 años estaba al tanto de la conjura. Aparentemente le habían asegurado que sería una abdicación sin derramamiento de sangre. Nunca sabremos cuál fue su verdadera participación en el asesinato de su padre. Quizás fuera engañado, era solo un joven sin experiencia. O quizás escuchó solo lo que quiso oír. Lo que si se rumoreaba en esa época es que su madre lo recibía -cuando iba a visitarla, ya siendo zar- con la camisa de noche ensangrentada de su marido en las manos. ¿Quién puede decir hasta qué punto los cotilleos son verdaderos, falsos o una mezcla de ambas cosas?

El conde Von der Pahlen y el general Nicolai Zubov. corrieron a sus habitaciones. Para ese momento, Platón Zubov ya había huido del lugar. Encontraron al heredero tumbado en un sillón con uno de sus antebrazos cubriéndose el rostro mojado por las lágrimas, temblando. Von der Pahlen le espetó: “¡es tiempo de crecer! ¡levántese y gobierne! ¡preséntese a la guardia para que sepan que tenemos un nuevo zar!”.

Los recuerdos de la salvaje ejecución de su padre lo acompañarían hasta su prematura muerte en 1825. Si realmente es verdad lo que dice la historia oficial... Muchos años después del fallecimiento del zar Alejandro apareció un anciano asceta en Siberia que se le parecía mucho. En la entrada del castillo Mikhailovsky (de San Miguel) se puede leer la frase: "Del tataranieto al tatarabuelo", tratando de emular la leyenda colocada por su madre sobre la piedra de trueno que soporta al jinete de bronce “A Pedro I de Catalina II". Pero a diferencia de ésta, no tenía que probar nada ni poner los nombres para que los que leyeran lo entendieran, ya que era realmente un Romanov. La corona le pertenecía por derecho de sangre. En cuanto al enceguecedor brillo de Catalina II como gobernante, bueno eso es harina de otro costal.

Los Zubov

Es inútil satisfacer venganza con venganza, no curará nada
J.J.R. Tolkien

Los antecedentes de la familia Zubov, datan de los tiempos de la vieja Moscovia (principado ruso que antecede al imperio). Uno de ellos de nombre Alexander se enriqueció a costas de malversar los fondos del Estado, trabajando como vicegobernador en la ciudad de Vladimir. Pero no es él, quien nos interesa sino sus hijos. En especial Platón: bello, soberbio, sibarita, ególatra… e incompetente en asuntos de Estado, quien sería el último amante de Catalina.

Fue introducido en la corte por el conde Nikolai Saltikov (miembro de la familia del supuesto padre de Pablo) quien era tutor de los nietos de la zarina, deseoso de socavar el poder de Grigori Potemkin. El hecho de que el astuto Potemkin muriera al poco tiempo, le allanó el camino.

Platón tenía 22 años y Catalina 60. Pícaro, manipulador se movía en la corte como pez en el agua. Logró acumular a lo largo de siete años un enorme poder, riquezas y títulos. Fue el último en ser nombrado príncipe del Sacro Imperio Romano. Una envejecida y cansada Catalina desgastada por el poder, golpeada por la muerte del amor de su vida y su compañero político (Potemkin) lo dejó hacer. Las constantes disputas con su hijo y su esposa la habían dejado aislada de los que –supuestamente- debían estar a su lado y abrirle los ojos. Pero no nos engañemos: en esta disputa, había dos culpables. Catalina fue inmisericorde con su hijo, como fue en su momento el zar Pedro el Grande con el suyo.

Asesinato Pablo I

Tanto Alexis como el hijo de Catalina, eran fruto de matrimonios en los que los cónyuges se detestaban. Pedro I metió en un convento a su esposa. Pedro II -el marido de Catalina II- convenientemente murió luego del golpe de Estado. También Alexis se parecía física y psíquicamente a su madre Eudoxia. Lo mismo ocurría con el hijo de Catalina, copia fiel de su odiado marido. En cuanto a Pablo, tuvo libre albedrío pudo escoger otra cosa, pero dejó que la ira y el odio lo consumieran. La cima es un lugar muy solitario y mucho más cuando se envejece. ¿Quién en esa situación puede resistirse a los encantos y la zalamería de un hombre joven, que se la trabaja de cándido mancebo?

Catalina nunca se había dejado manipular por sus compañeros sentimentales hasta los últimos años de su existencia. Zubov llegaría a ser el poder detrás del trono, a quien todo el mundo acudía para solicitar algo o solucionar algún entuerto. Se comportaba como si fuera un sultán otomano administrando justicia. Despreciaba a Pablo y se lo hacía sentir. sin derrochar oportunidades.

Una pena que no se diera cuenta que apostar todo a una mujer mayor -aunque fuera Catalina la Grande- no era sabio. Nadie vive para siempre. Se dice que luego de morir la zarina, enloqueció de miedo, impotencia y furia. Permaneció escondido en la casa de su hermana Olga (personaje del cual nos ocuparemos en otro momento) durante diez días. El onceavo día el zar Pablo fue a visitarlo para brindar por su futuro deseándole muchos años de prosperidad. Todos sus bienes fueron requisados y los títulos adquiridos anulados. Su integridad quedó de una pieza.

Pablo no era un asesino. Sí se le instó a que realizara un largo viaje fuera del país. Estando en Europa. se lo relacionó con un escabroso y turbio asunto: un duelo en el cual se negó a participar pero que -a las postres- resultó muerto el hijo de un importante noble alemán. Ya había escapado aterrado otra vez dejando a sus socios: la noche que asesinaron al zar Pablo.

Terminaría pasando el resto de su vida recluido en su palacio de Curlandia el cual había sido propiedad de Ernst von Biron, amante de la zarina Anna quien también cayó en desgracia luego de su muerte. Ambos pagarían su desmedida ambición olvidados por todos.

En 1814 se encaprichó con una hermosa adolescente hija de un terrateniente local que conoció caminando por las calles de Vilna. Le ordenó a un sirviente que la condujera a su casa con grandes promesas económicas. Fue rechazado. Se casaría (¡qué remedio!) después de mucho insistir en 1821.

Platón Zuvov murió en 1822 y su única hija, tres meses después. Su esposa -heredera absoluta de sus bienes- volvió a casarse con el conde Andrei Shuvalov así que los bienes que Platón logró salvar -y que no eran pocos- pasaron a manos de su nueva familia política: los Shuvalov. Una familia muy influyente en la corte hasta 1917, que además había apoyado el golpe de Estado de Isabel Petrovna (tía abuela de Pablo).

Olga Alexadrovna, única hermana mujer de Platón tuvo una vida también un tanto novelesca. Se cuenta en su haber varios amantes, entre los que se encontraba el embajador inglés en Rusia. Años después -en el exilio- tendría un affaire con Jorge III de Inglaterra cuando era príncipe regente y -según se dice- de esa relación nació un hijo. En la década de los cuarenta del siglo XIX -ya de regreso en San Petersburgo- trabajó para ella Alexander Herzen (uno de los ideólogos de la revolución campesina) quien la recuerda en sus memorias comparándola con un viejo y nudoso árbol que desafiaba las tormentas erguido y altivo. En su casa en San Petersburgo, se reunían los conjurados dentro de los cuales se contaba también su amante en ese momento. el embajador inglés y sus dos hermanos Nicolai y Valerian ambos militares. Habían sentido -como los otros- el cimbronazo de la caída en desgracia de Platón. En cuanto al embajador Charles Whitworth, bueno… era más conveniente para Gran Bretaña que un zar -¿cómo decirlo? … más afín a sus intereses- gobernara Rusia. Según los historiadores, Nicolai fue quien golpeo al zar con su espada en la cabeza por negarse a firmar el decreto de abdicación. A partir de allí el olor a sangre, la borrachera, el rencor y la furia harían que Pablo terminara tirado en el piso, salvajemente golpeado y finalmente estrangulado con el cordón del bastón de mando o el fajín.

El nuevo zar no tomó represalias contra los conjurados pero todos partieron al exilio. ¿Las razones? Sabían demasiado. Un magnicidio tenía más connotaciones en Rusia, que en otros lugares donde ya no quedaban gobiernos autocráticos.

Para el pueblo, la conexión del padrecito zar con el poder divino era real. Además, en el siglo XIX la mirada de Europa no sería "tan benevolente" como años atrás con varios asuntos bastante escandalosos que rodearon a los Romanov. Las potencias occidentales hubieran aislado aún más a la nación.

Nicolai murió en 1804 y Valerian en 1805. ¿La maldición de Pablo quizás? La sociedad rusa tampoco los condenó, feliz de haberse liberado del zar loco, algo similar pasaría más de un siglo después, luego de la muerte de otro personaje que también llevaría el mote de loco: Rasputin. Para la familia Romanov cada 11 de marzo sería un recordatorio de la fragilidad del poder y de lo cambiante de la naturaleza humana. Ese día se celebraba una misa para rezar por el alma inmortal de Pablo costumbre que terminaría abruptamente en 1917. Al poco tiempo, la dinastía seria acribillada a balazos por los bolcheviques.

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