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El zar Pablo I (Pavel Petrovich) – patito feo de los Romanov

El zar Pablo I (Pavel Petrovich) – patito feo de los Romanov

Yo estaba dispuesto a amar al mundo pero nadie me entendía así que aprendí a odiar.
Mikhail Lermontov (poeta ruso siglo XIX)

Es muy difícil saber que astros se conjuraron durante el nacimiento de Pablo, el 1 de octubre de 1754. Lo que sí se sabe de sobra es que vivió a la sombra de su madre y que nunca pudo encontrar la paz.

Pablo I

Fruto de la infeliz unión del zarevich (heredero) y sobrino de la zarina Isabel y de una princesa alemana de segunda categoría. El futuro zar Pedro III detestaba a su capaz e inteligente esposa que llegaría a convertirse en una de las mujeres más poderosas e influyentes de todos los tiempos: Catalina la Grande. Sentimientos totalmente correspondidos por parte de Catalina también. Esto no auguraba nada bueno para Pablo. Apenas nacer fue "confiscado" por su tía abuela la zarina Isabel. Catalina vería solo esporádicamente a su hijo y -debido a esto- nunca hubo un genuino vínculo entre los dos. Para Pedro su origen era espurio. Para su hijo su progenitor siempre fue un rostro lejano pintado al óleo en un lienzo. Y luego, solo le quedó un recuerdo que fue idealizando día tras día. Pedro asumía que la autoría del hecho, algo que no le quitaba el sueño, se debía al primer amante de su esposa un noble de apellido Saltikov. Si hubiera vivido lo suficiente, creo que se hubiera dado cuenta por cuanto se parecían ambos físicamente y lo peor Pablo heredó las mismas manías, caprichos y excentricidades. Al convertirse en zar, Pedro tenía la intención de matar dos pájaros de un tiro acusando a su esposa de adulterio. En realidad, lo que le preocupaba no era tener un heredero bastardo y una esposa infiel sino el éxito creciente que ella tenía en su país de adopción. Algo que él no lograría nunca. Bueno, digamos que tampoco se esforzó demasiado. La propia Catalina en sus memorias deja entrever que Pablo no era hijo de su marido. Lo más probable es que solo quisiera herir a ese hijo que nunca cumplió ninguna de sus expectativas y con el cual tenía un enfrentamiento permanente.

Se describe a Pablo Petrovich como inteligente y hermoso. Lo de bello se le fue en el año 1771 atribuido a un contagio de tifus. Lo que sucedió es que simplemente creció para convertirse en un calco de Pedro III, el cual era también poco agraciado, por cierto. Su tía la zarina isabel lo llamaba "el diablo de Holstein". Lo que natura no da, Salamanca no presta. afirma el dicho. Pablo tenía de donde heredar su "vistosa personalidad". En cuanto a su capacidad intelectual según comentarios de uno de sus maestros, era buena pero carecía de paciencia y concentración: "parecía estar siempre de prisa". Desgraciadamente fue un niño abandónico y carente de afectos. Desde que tuvo uso de razón, creció escuchando las murmuraciones de la corte sobre su verdadero origen.Veía demasiado desprecio en los ojos de los que lo rodeaban. Mucha carga para las débiles espaldas de un niño.

Pablo I

En el año 1762 asume el gobierno del país Catalina tras un golpe de Estado ayudada por los hermanos Orlov (uno de ellos fue uno de sus amantes principales). Poco tiempo después "falleció" su marido -el depuesto zar que estaba en cautiverio- a raíz de un "fatal caso de hemorroides". Un embajador extranjero dejo escapar el siguiente comentario: “En Rusia esta es una enfermedad muy grave que puede conducir a quien la padece a la muerte …".

Pablo tenía 12 años en ese momento. Al crecer se convertiría en un adulto lleno de resentimiento y furia ciega. Su manía por todo lo castrense, sus caprichos, el desprecio por todo lo ruso, la necesidad de respeto y reconocimiento -aunque fuera a través del miedo- serian el hilo conductor. Eso -como sucedió con su padre- marcarían su destino.

Su tutor principal fue un estadista y enciclopedista llamado Nikita Ivanovich Panin (1718-1783). Se rumoreaba que fue por un tiempo uno de los favoritos de Isabel. Apoyó el golpe de Estado de Catalina e intentó ser quien manejaría los hilos en la sombra sin éxito. Celoso de la influencia de los Orlov y posteriormente de Potemkin, intentó ganarse a Catalina a toda costa, hasta tratando de meterse entre sus sabanas sin éxito. Lo más probable es que este hombre despechado le trasmitiera a Pablo sus conocimientos y su amor por Federico el Grande de Prusia.

Con los años Pablo odiaría con todas sus fuerzas a los amigos íntimos de su madre que le quitaban todas las caricias y la atención de ella. Del lado oscuro de la luna estaba la tacañería que el recibía año tras año, mientras los favoritos se llenaban de títulos, tierras y siervos... La idea de Panin de una regencia de Catalina hasta la mayoría de edad del zarevich nunca ocurriría. Catalina se aferró con uñas y dientes al trono ruso para el alivio de muchos que veían al igual que ella, que Pablo era solo una tristísima caricatura del pato Donald.

Actualmente algunos historiadores revisionistas opinan que en parte la pésima fama de Pablo fue creada por sus detractores. Quizás en alguna medida eso sea cierto, pero él tampoco puso de su parte. Con su comportamiento dejó allanado el camino a lo que sería con el tiempo su leyenda negra: Pablo, el zar loco.

Pablo I

Al cumplir 18 años y llegar a la adultez, él -como legitimo heredero- comenzó a enfrentarse a su madre con mucha más dureza ¡Y tenía toda la razón en ese aspecto! Catalina pensó que ya era hora de comenzar a solucionar el dolor de cabeza permanente que le provocaba su hijo. Una mujer podría quizás mantenerlo ocupado y hacerle olvidar por un tiempo su molesto apego a la corona. Lo casó con una princesa alemana llamada Wihelmina de Hesse Darmstadt, quien le sería infiel con su mejor amigo. Natalia Alexeievna -así era su nombre ortodoxo- moriría tras un parto prolongado al igual que su hijo, cuyo padre más probablemente sería su amante el conde Razumovski (sobrino del amor de la vida de la zarina Isabel). Según algunos rumores que circulaban en la corte, la mano de Catalina estaba detrás de esa muerte. Algo muy poco probable. Pablo se enteró de la traición de su esposa cuando Catalina le tiró un balde de agua helada al rostro al mostrarle las cartas de amor que había escrito la ya fallecida Natalia a su amante. Pobre desdichado, se habrá preguntado por qué su madre había callado lo que era secreto a voces en la corte. Para Catalina solo era un as bajo la manga y lo usó porque su hijo se negaba a que le buscaran una sustituta.

Pablo I

A los pocos meses estaría casado nuevamente con otra princesa alemana: Sophie Dorothea de Würtemberg -María Fedorovna, luego del bautismo ortodoxo-. A diferencia de su primera esposa, fue su fiel y enamorada compañera de toda la vida. Para satisfacer las preguntas de más de uno diré que era miope. Un alemán diría "Liebe macht Blind" algo así como "el amor te hace ciego". Tuvieron una feliz vida en común y diez hijos: cuatro hijos y seis hijas.

Era ella la que suavizaba su carácter... cuando podía y era muy paciente.

Se enfrentaría siempre a su poderosa suegra para defender a su marido.

Solo al final de su vida Pablo tendría dos amantes. La primera en palabras del zar "era una relación platónica" en cuanto a la segunda, bueno no tanto. Maria Fedorovna estaba desconsolada pero - siguiendo el consejo "si quieres que tu matrimonio funcione hazte amiga de la amante de tu marido"- logró que la vida doméstica de su familia no se convirtiera en un caos Hasta llegaron a vivir los tres bajo el mismo techo. Algo que se repetiría con su nieto Alejandro II.

Tras el nacimiento de sus primeros hijos Alejandro y Constantino, su abuela Catalina se los apropió repitiendo la historia. Alejandro fue el sol, la luna y las estrellas en el cielo de la zarina: bello, de carácter sosegado y... normal. Catalina comenzó a buscar la manera de que Pablo fuese dejado en la banquina de la línea sucesoria. Hasta intentó ganar la aceptación de Alejandro, quien se negaba rotundamente a esa idea, pidiéndole que interviniera en el asunto su madre Maria Fedorovna. Obviamente ella se negó también, cerrando filas detrás de su marido.

Pablo I

La emperatriz Catalina II murió de un accidente cerebrovascular en 1776. Según se dice, Pablo destruyó el testamento en el cual su madre nombraba heredero a Alejandro, mientras ella agonizaba en la otra habitación. Según se dice, también encontró una carta del conde Alexei Orlov dirigida a Catalina en la cual se adjudicaba la muerte de su padre perfectamente guardada por si en algún momento Catalina la necesitara para salir airosa de algún juego político.

Al ser coronado, Pablo establecería la primogenitura por medio de la cual dejaba sin efecto el derecho del zar de nombrar a quien quisiera como su sucesor. Esa fue una medida inteligente ya que cortaba de raíz las luchas de poder del pasado...

La otra ley, no fue tan feliz. Introdujo la ley sálica en Rusia de modo que nunca más habría una mujer en el trono ruso. Sin quererlo, le agregó más lastre al cuello de la dinastía ya que incapacitó a la hija mayor de Nicolas II, Olga como heredera o alguna de sus hermanas menores. El zarevich Alexei (1904-1918) padecía de hemofilia severa y sus expectativas de vida en esa época eran pocas. Sus padres no considerarían en ningún momento pasar el poder a una rama colateral de la familia Romanov.

Un verdadero desatino.

Al morir Pedro III en 1762, fue enterrado en el monasterio de San Alejandro Nevsky, a diferencia del resto de los zares por la astuta y espuria Catalina quien deseaba que desapareciera en las arenas del tiempo sin pena ni gloria. Pablo ordenó que los restos de su padre fueran exhumados y trasladados hasta la Catedral de la Fortaleza de Pedro y Pablo, destino final de los Romanov. Organizó una impresionante procesión fúnebre a través de la perspectiva (Avenida) Nevsky con el anciano y tembloroso Alexei Orlov (el supuesto asesino de su padre) portando la corona y precediendo al ataúd. Con pompa y fanfarria Pedro III sería enterrado junto a los demás zares. Como broma final, el nuevo zar ordenó que fuera colocado a la par de su odiada esposa Catalina la Grande. Para que pudieran estar: "Juntos por toda la eternidad". ¿Habría heredado el humor macabro de su antepasado Pedro el Grande? ¿O fue como afirma el dicho "Si buena me la hizo, buena me la paga"?

Pablo I

También ordenó esparcir a los cuatro vientos los restos del príncipe Potemkin, el amor en la vida de Catalina y quien le ayudó a crear un imperio fuerte y en expansión. No existen pruebas, pero por el tipo de relación que mantuvieron y por lo que consta en sus cartas es probable que fuera su marido secreto.

Al conocer todo esto, uno puede sentir conmiseración por el pobre patito feo o detestarlo, pero nunca se puede ser indiferente a su persona. No nos confundamos: Pablo podía ser benévolo y generoso. También era idealista y probo. Había recibido una excelente educación, pero cuando su ilógica furia se desataba, sabía ser implacable. Vivía en un mundo paralelo, una especie de Macondo ruso donde su miedo a ser asesinado se mezclaba con sus locuras castrenses y su necesidad de ser más grande que su propia madre y el zar Pedro el Grande juntos. Desgraciadamente su deseo de revancha pudo más y terminó dominándolo. Como a veces la vida tiene dos caras, pasó toda su existencia buscando el reconocimiento y el respeto de sus pares y de su pueblo. Un contemporáneo anotó el siguiente comentario: "Nunca hubo un soberano más terrible por su severidad ni más liberal, cuando tenía ganas de ser generoso. En medio de tantas excentricidades y ridiculeces, había un elemento de seriedad y justicia en él...".

Mandó a traer del exilio a los enemigos de Catalina. Obligó a sus soldados a cambiar el cómodo y caliente uniforme estilo Potemkin por el uniforme prusiano y a marchar todos los días en la plaza del palacio de invierno. No importaba si hiciera un tiempo inclemente. Castigaba a los que incurrían hasta en un pequeño error en su uniforme. Tres oficiales que mandó a azotar, participarían en su asesinato. Una vez mandó a sus tropas, así como estaban, a marchar hasta Siberia. Cuando cambió de opinión el regimiento estaba ya a 16 km. de San Petersburgo. Vivía para sus Wachtparade (desfiles militares) y sus lujosos y teatrales uniformes. La conducción de Rusia la dejaba en manos de sus ministros como diría más de una vez.

Pablo I

Aunque en la realidad eso no era del todo cierto, ya que promulgó más de 2.000 leyes durante su corto reinado. Impuso normas hasta en la vestimenta de la población como hiciera en su momento Pedro el Grande pero a diferencia de su antecesor que quería modernizar a la atrasada Rusia, a Pablo lo movía una mezcla de capricho personal y la idea que un autócrata nunca se equivoca. A los demás, solo les restaba obedecer sin rechistar. A veces daba la sensación que quería que Rusia se transformara en el mundo de caballeros andantes que concibió de niño. "Que me odien mientras me teman". También porque no, para cobrarse alguna afrenta. Tenía buena memoria y la sociedad rusa lo había estigmatizado desde que tuvo uso de razón. Todo lo que tuviera un ligero tufillo liberal era proscrito. Estaba terminantemente prohibido lo que fuera de origen francés y para el zar "sospechosamente jacobino" por su supuesta relación con la revolución francesa... hasta las levitas. Prohibió a sus súbditos viajar a países que él consideraba "liberales" para que no regresaran con ideas impropias. Y no estaba tan loco, solo basta con pensar en los decembristas de 1825 (militares que se sublevarían luego de regresar de las guerras napoleónicas en Europa). Lo divertido es que él mismo fue educado en las ideas del siglo de las luces que tanto amaba Catalina. Pero la Revolución francesa que decapitó a Luis XVI y María Antonieta fue un enorme golpe que no olvidaría ninguna testa coronada en Europa. Hasta afectó profundamente a la liberal Semiramis del norte (mote de Catalina) y la hizo mucho más conservadora. La obligación de saludar con inclinación de cabeza al pasar ante el zar o cualquier símbolo de su poder era insoslayable. Las personas si estaban a caballo o en carruaje debían apearse y hacer la consabida reverencia, no importaba la edad o si tenían alguna tara física. Según se dice una vez increpó a una institutriz por no sacar el gorrito a un bebé mostrando así el debido respeto ante el paso del zar. El nombre de ese niño era Alexandr Pushkin, el gran poeta que le daría grandes dolores de cabeza a uno de sus hijos: el futuro Nicolás I.

Según la opinión de un observador extranjero convirtió a la brillante y moderna San Petersburgo en una ciudad alemana de provincias de dos siglos de antigüedad. Con coletas empolvadas y todo.

Pablo I

Durante las guerras napoleónicas, el ejercito francés en sus andanzas ocupó la isla de Malta. Los Caballeros de la Orden maltesa que gobernaban la isla, fueron expulsados. Situación que no mejoraría con la posterior administración inglesa. La Orden entonces, pidió asilo a Pablo nombrándolo Gran Maestre. ¡Es de imaginarse lo maravillado que estaría el zar! ¡Se había cumplido uno de sus sueños! Por fin pertenecía a una orden de caballeros de origen medieval que había peleado en las Cruzadas santas. De niño las historias de rutilantes caballeros montados en corceles peleando por el bien habían sido el antídoto para contrarrestar la tristeza y el abandono. El pequeño patito feo sentado en un trono dirigiendo interminables ceremonias masónicas. ¡Cuánta felicidad, él que adoraba el ceremonial y el protocolo así detuvieran el corazón de todo el imperio por horas! Desgraciadamente la vida de Pablo no tendría el final del cuento de Andersen: nunca pudo convertirse en cisne. Ahora porque un cristiano ortodoxo cabeza de su Iglesia terminó siendo gran maestre de una orden católica, su rival de siglos, es algo que no puede explicarse. Los popes ortodoxos estaban horrorizados. Aún más el zar estableció un Priorato en tierras rusas y construyó un par de palacios en San Petersburgo y otro de verano en las cercanías de la residencia imperial de Gatchina para los miembros de la Orden que nunca se usó. Obviamente los rusos que entraron en esa orden buscaban prebendas o deseaban ganarse el favor del "gran maestre ortodoxo". Hasta terminó uniéndose uno de los arquitectos favoritos de Catalina la Grande: Giacomo Quarenghi, para ganar los favores del zar quien le tenía una ojeriza terrible.

Obviamente la explicación es fácil: Pablo odiaba todo lo que se relacionara con su madre. Intentó sin éxito que los nobles rusos se adhirieran a los vetustos códigos de caballería. Pensaba que -siguiendo las enseñanzas de la Orden- algunos de ellos dejarían de ser tan corruptos. Pobre Pablo realmente era un idealista... o un iluso que no conocía en profundidad la naturaleza humana. Una especie de Quijote pero sin Sancho Panza que moderara sus delirios y afianzara sus pies en la tierra.

En un momento dado, llegó a declararle la guerra a España debido a la resistencia de los prioratos españoles a aceptar un gran maestre ruso ortodoxo. Afortunadamente solo fue fuego fatuo. También se dice que la entrada de Rusia en la guerra contra Napoleón no fue para salvar a Europa del dominio galo sino debido a la Orden de Malta. Dos años después ocurriría lo mismo con Inglaterra. De la "fiebre maltesa" del zar solo quedan como testigos mudos los palacios y la iglesia de rito católico que aún ahora pueden visitarse.

Cuando Bonaparte, a quien admiraba por sus conquistas militares, se hizo con el poder absoluto y los ardores democráticos del general corso mutaron a un estado mucho más conservador que terminaría con su coronación en 1804, el zar también cambió su tirria por todo lo francés y le ofreció su mano. Entonces ambos hicieron planes de conquistar Gran Bretaña y Asia menor. Hasta pensó en invadir la India británica con un ejército de cosacos. Locura mezclada con cierta genialidad ya que en ese entonces estaba bastante desguarnecida debido a la guerra continental contra los ejércitos de Napoleón. Lo que sí se concretó fue la anexión de Georgia al imperio ruso.

Pablo pudo ser muchas cosas, pero nunca aburrido. Luego de leer sobre el tema y analizar detenidamente al hijo de Catalina la Grande, uno siente que no puede alcanzar un total entendimiento de quién fue en realidad. Pablo no es un personaje fácil de descifrar, caminando siempre en el filo que separa la cordura de la enajenación. Sólo un pensamiento parece lógico y válido: fue un ser humano, muy humano para bien y para mal...

Tengo una pregunta que a veces me tortura, estoy loco yo o los locos son los demás?
Albert Einstein

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